Takara se inclina hacia adelante, experimentando la necesidad compulsiva de ver más. Con los labios secos y sin hacer ruido, se acerca para observar el erectil tamaño de pulgada palmo antes de ella, estableciendo una simetría ominosa.

Inspirando profundamente, acaricia las curvas duras a través de la tela, palmeando ese falo invade la soporífica tranquilidad de la habitación. Sus dedos ágiles recorren las veneras y protuberancias nítidas bajo la patética cubierta.

Takara susurra con un suspiro satisfecho, algo entre la admiración y la codicia.
Eres una puta crueldad... demorándome tanto tiempo con tu majestad intocable...
*A medida que la inclinación aumenta, experimenta la necesidad de palpar, acar